lunes, 1 de junio de 2009

Conocete a tí mismo

¿Porqué persigues las tinieblas cuando la luz está disponible para ti?... La sabiduría te llama y aun así deseas la necedad... Un hombre necio... va en el camino del deseo de cada pasión... es como un barco al cual el viento arroja de un lado a otro, y como un caballo que no tiene jinete... antes de cualquier otra cosa... conócete a ti mismo.” Las Enseñanzas de Silvanos. Papiros de Nag Hammadi.


"Conócete a ti mismo" (Sócrates)

La frase “conócete a ti mismo” aparecía en el Santuario de Apolo, en Delfos. Es una frase que encierra un gran contenido, un contenido profundo y simbólico. Porque el hombre es un ser complejo, una maravilla de la naturaleza, superior a cualquier elemento tecnológico por sofisticado que éste sea. Jamás ninguna máquina podrá tener su versatilidad, su independencia, su capacidad de aprender, de adaptarse a todo tipo de situaciones por difíciles que sean, su capacidad de amar, y también, por qué no decirlo, de odiar. Estamos en un mundo de opuestos, de polaridades, y el hombre lo refleja como cualquier elemento de la naturaleza.

Con la simple observación podemos constatar que el hombre tiene un físico, una materia que lo constituye. Y que dentro de él circulan verdaderas corrientes de energía que producen y sustentan sus procesos funcionales.

Existen, en él, una serie de intercambios con el entorno, y su vida, al igual que la vida de la naturaleza, está regida en base a ciclos.

También existe, dentro del hombre, un mundo emocional que lo lleva desde la agresividad más profunda a la ternura producida por un acto de amor o de generosidad.

Posee una mente bastante poderosa, y podría serlo mucho más si la utilizara en su totalidad. Se dice que solamente utilizamos un diez por ciento de nuestra capacidad mental, y debe ser verdad a juzgar por como va el mundo. Pero siendo positivos, podemos esperar que algún día ese noventa por ciento sea utilizado y nos comportemos de una forma que podamos llamar racional.

Existe una frase hermética que podría complementar muy bien a la nuestra, y es: “Así es Arriba como es Abajo”. Observando la naturaleza podemos percibir que las mismas leyes que gobiernan al universo gobiernan a todos los seres, incluido el hombre: ciclos, corrientes energéticas, reacciones químicas..., con lo cual el ser humano no tendría que sentirse aislado, sino interconectado con los demás seres vivos e incluso con el entorno circundante.

"Conócete a Ti mismo y conocerás el Universo y los Dioses” es un complemento que nos viene a indicar la importancia que tiene para el Ser Humano su propio conocimiento. Y que, a través de él, no solamente puede entenderse a sí mismo sino acercarse a la comprensión del Universo en el que está inmerso.

Pero, para captar todo esto nos hace falta un poco de tranquilidad, un poco de equilibrio, nuestro mundo es un mundo de prisas, de múltiples ocupaciones. Una de las frases más escuchadas es: no tengo tiempo. Realmente el tiempo es finito es limitado, pero, ¿está bien distribuido su uso entre nosotros?. Tal vez es hora de hacer un hueco, aunque sea pequeño, para los temas grandes, como, por ejemplo, el tema de la frase que nos ocupa: “conócete a ti mismo”.




La frase "Conócete a ti Mismo" , fue acunada por los antiguos griegos y desde entonces, a través de culturas y generaciones, se ha mantenido viva hasta la actualidad.

Sin embargo ¿es esto posible?. La psicología moderna, o mejor dicho (para no generalizar erróneamente) la mayoría de los psicólogos actuales, ¿no descarta esta posibilidad, teniendo en cuenta la subjetividad del hombre?. Después de la Escuela Introspectiva, no se han visto grandes movimientos, aunque sí psicólogos, que hayan alentado la exploración de sí mismo.

El argumento principal para este desaliento es, decíamos, la subjetividad a la que se ve afectado el ser humano, al intentar desarrollar un conocimiento de algo que se relaciona con los propios intereses. ¿Se equivocan la mayoría de los psicólogos al afirmar esto? No, en mi opinión. Ser verdaderamente objetivos sobre cualquier tema de investigación, y sobre todo cuando se trata de sí mismo, es más una meta que una realidad para la mayoría de los seres humanos. Esto lo vemos incluso con claridad, en el funcionamiento cotidiano de los así llamados mecanismos de defensa de la mente. Racionalización, proyección, desplazamiento, etc., desvirtúan nuestra interpretación de la realidad tanto interna como externa. A tal punto le sucede esto al hombre que es como si "dibujara" con su propia proyección una imagen sobre los hechos que realmente han sucedido, e interpretara su vida desde una película propia, tal como cuando, fuera del estado de vigilia, sueña. Inventa así una realidad a su medida. De allí que, desde muy antiguo, se dice que el hombre "está dormido".

Generalmente la "subjetividad", como se ha denominado a esta tendencia gnoseológica, suele aparecer bajo estados emocionales, o cuando se ven afectado de un modo u otro los intereses del sujeto que participa del acto del conocimiento. La objetividad sería lo opuesto, es decir, el ver el objeto de estudio tal como es, sin teñirlo por nuestros condicionamientos personales.

Todos tenemos la experiencia interior de haber estado ofuscados por algo, y haber hecho o dicho cosas nosotros mismos con las cuales luego, no estamos de acuerdo o no vemos del mismo modo. Algunos estados, como la depresión o la angustia, nos llevan a interpretaciones de nuestra vida o de la vida en general que, pasado el estado, son bien diferentes. Es como si se tratase de dos personas distintas en la misma cabeza, con dos lecturas del mundo. ¿Cuál es la verdadera, la más objetiva? ¿La del día triste o la del día alegre?. Es posible que ninguna de las dos, tal vez una tercera es la que coincide con la realidad.

Muchos también hemos escuchado la frase siguiente: "El hombre es de tres maneras: la que él cree que es; la que los demás creen que es; y la que él es verdaderamente". Esta frase, cuando la escuché por primera vez, me pareció de una obviedad casi axiomática. Así que vemos aquí otra vez que no siempre coinciden con la realidad los conceptos que tenemos de nosotros mismos o de los demás.

Nos encontramos, entonces, de cara a la meta de conocernos a nosotros mismos, con este verdadero problema a resolver: alcanzar la objetividad, ya que nos encontramos en un estado subjetivo, dormidos por nuestros propios intereses.

Estos procesos que desfiguran nuestra interpretación de la realidad son sin duda mecanismos automáticos inconscientes, o automatismos, como fueron llamados en otra época. No pueden ser conscientes, ya que, para desvirtuar a propósito (es decir, con una finalidad consciente) la realidad, deberíamos primero saber como es, y ya no se podría hablar de la imposibilidad de ser objetivos.

Así que ser más conscientes, más objetivos, y "estar despiertos" son cosas que parecen ir en la misma dirección.

Pero seguimos en el mismo problema: ¿es esto posible?. Analicemos este asunto.

En principio, no debemos considerar la objetividad y la subjetividad como estados absolutos. Somos objetivos en algunas cosas y en algunos momentos, y en otros momentos y cosas somos más subjetivos. Así que, entre todos los seres humanos, los hay más y menos objetivos, hablando genéricamente, y los hay objetivos en algunos temas y subjetivos en otros, también en diversos grados. Además, tomando a un ser humano en particular, sobre un mismo tema, incluso tiene momentos de mayor o menor objetividad de acuerdo a sus estados emocionales o lo que está viviendo en ese momento. Por eso hay que preguntar frente al interrogante de si el ser humano es objetivo o no: ¿De quién se trata? ¿En qué momento de su vida?.

Con relación a nosotros mismos, por ello, no somos ni totalmente objetivos ni totalmente subjetivos, y nuestro grado de objetividad dependerá de la estructura psicológica de nuestra personalidad, así como de lo que estemos viviendo y de qué aspecto de nosotros mismos se trate.

Hay casos muy extremos, no obstante, donde en una persona reina la subjetividad en forma más o menos permanente -como en algunos casos patológicos-, y poco se ve alguna autoobservación verdaderamente objetiva. También hay casos extremos en el sentido inverso, realmente excepcionales, donde algunos hombres muestran sobre las observaciones de sí mismos un grado de objetividad notable.

Sea cual fuere el punto donde nos encontremos, ¿es posible correr este punto algunos grados hacia la objetividad, o estamos indefectiblemente atados a lo que ya somos?.

La respuesta podemos encontrarla, precisamente, en la psicoterapia, para dar un ejemplo. Un paciente que se encuentre bajo una visión negativa de su vida, o con interpretaciones erróneas que lo llevan a mayores problemas, puede muchas veces, con ayuda de un psicoterapeuta, corregir sus puntos de vista hasta un sitio interior más equilibrado. Una psicoterapia tiene verdadero éxito no cuando genera una dependencia interminable del paciente hacia su terapeuta, sino cuando el paciente, más equilibrado en su interior, logra una captación más objetiva de su realidad, puede vivir sin la muleta de la psicoterapia, y es dado de alta.

Así que el grado de objetividad es posible modificarlo, y los muchos éxitos de la psicología son prueba de ello, en este caso, con la asistencia de un psicoterapeuta.

Pero si hablamos de asistencia de un psicoterapeuta, puede quedar latente la pregunta ¿tiene la posibilidad el hombre de modificarse y estudiarse a sí mismo?.

Deberíamos quizá preguntarnos algo: ¿porqué considerar la consulta a un psicoterapeuta como algo que no es un intento de automodificación?. Es sabido que para que un paciente obtenga los beneficios de la psicoterapia, no puede ser obligado a asistir a las sesiones, así que hay una previa voluntad de autoconocimiento y automodificación en el paciente. Al sentir esta necesidad de cambio sea por verlo él mismo o por tener la capacidad de aceptar la sugerencia de otro –y ambas cosas requieren de un cierto grado de objetividad-, ve la alternativa de la psicoterapia como una salida a su problema y asiste a su primera sesión. ¿De donde sale esta primera decisión? Si consideramos acertada su opción, ¿no es la misma, acaso, una primera prueba de autoevaluación objetiva, aunque sea en un grado mínimo?.

Pero la psicoterapia no es la única alternativa que se ofrece en el "mercado de la salud psicológica". Otra persona, en su lugar, puede no ver –y tiene todo el derecho a ello-, a la psicoterapia como única alternativa. Esta persona, como es el caso de muchos, puede encontrar otra alternativa en un líder espiritual, un Camino espiritual, una escuela de conocimiento interior, en técnicas aportadas por psicólogos con otra perspectiva del hombre o en una tradición milenaria.

Claro que, para citar uno de los ejemplos más criticados, si se trata de un líder espiritual deberá ser precisamente uno de los casos excepcionales de alto grado de objetividad antes mencionado, y deberá tener buenas intenciones. Con respecto a estas dos últimas cualidades, un diploma universitario no es garantía de buenas intenciones, ni tampoco de que el diplomado haya resuelto sus conflictos interiores, o de que sea un hombre con el grado suficiente de objetividad o inteligencia como para llevar a buen puerto la terapia. Por eso hay, como en todas las actividades humanas, mejores y peores psicólogos, aunque hayan sido formados en la misma universidad, con las mismas técnicas y conocimientos.

El colocar por un lado a psicólogos y psiquiatras, y por otro, a los líderes espirituales, las escuelas de autoconocimiento, las tradiciones milenarias, etc., nos lleva, en relación a lo que disponemos para autoconocernos, a la siguiente pregunta: ¿Cuál de estas dos alternativas puede ser la mejor para estudiarse a sí mismo?. ¿Cuál de ambas tiene más "autoridad" en la materia del conocimiento del ser humano?.

Hay que decir que un verdadero investigador no descartará nada sin haberlo investigado primero.

Los que dicen que nada sirve de la psicología académica o universitaria, sin haber leído a sus grandes exponentes y sin haber experimentado una terapia con un psicoterapeuta, están hablando, por lo menos, de lo que no conocen.

Por otro lado, los que dicen que todo lo que se refiere a maestros, escuelas y técnicas milenarias es pura charla, sin haber leído a sus máximos exponentes y sin haber experimentado algunas de las técnicas propuestas, están actuando del mismo modo que los del grupo anterior, con el agravante de que, en este segundo caso se trata, en general, de personas con formación científica, y nada tiene de científico descartar posibles conocimientos que no se han investigado.

Leer un escrito de Sigmund Freud o de Krishnamurti, para mencionar sólo un ejemplo de cada campo, puede aportarnos mucho sobre el conocimiento de nosotros mismos si lo leemos con la mente abierta, libre de demasiados preconceptos, e intentando no analizar un campo situándonos en la perspectiva del otro, sino tratando de ponernos en el mismo campo que es objeto de nuestra investigación.

Experimentar una técnica de meditación puede aportar mucho a un psicólogo, así como al místico experimentar una psicoterapia puede acercarlo más a la realidad de lo que es Dios, despejando la maraña de imaginación y supersticiones.

No deberíamos tener miedo de llegar al fondo de las cosas. No es lo importante corroborar lo que pensamos, sino descubrir la verdad, para pensar acorde a ella. Freud era un investigador admirable en esto. Después de muchos años de investigación y de sostener incluso públicamente una postura, no dudó en recomenzar de cero y retractarse cuando nuevos descubrimientos lo llevaron a otras conclusiones. Un verdadero investigador, tanto en el campo de la psicología académica como de las escuelas de autoconocimiento, debería ser más amigo de la verdad que de sus propias convicciones.

¿Cuál es el basamento que da sustento a la autoridad de la psicología académica? A lo largo de los años, muchos hombres dedicaron su vida al estudio y la observación de la mente humana. Freud, Adler, Piaget, y muchos otros investigadores aportaron sus metodologías y descubrimientos, así como su interpretación de la mente humana. Estos aportes son enseñados en las universidades. Así sucede en las otras escuelas de altos estudios, sea cual fuere el tema que enseñen. Los nuevos estudiantes de cualquier materia, forman su mentalidad con la perspectiva que les dan sus profesores, en base a un enfoque de época que es la resultante de las anteriores investigaciones mencionadas. Por eso los contenidos de las materias van cambiando a lo largo de los años, y este tipo de formación no puede ser estática.

Con todo este gran fundamento histórico la psicología es, entonces, una ciencia para el estudio de la mente humana, y descartarla a la ligera es, al menos, un grave error.

Pero, ¿qué decir del Budismo Zen, del Sufismo, o de algunas escuelas de Ajna, Raja o Tantra Yoga, para citar sólo algunos ejemplos? También están realizadas con el aporte de los múltiples maestros que forman la tradición de cada una, con sus propios métodos psicológicos de investigación. ¿Pensaremos acaso, con soberbia intelectual y cultural, que estos hombres sólo estaban afectados de supersticiones y los descartaremos sin investigar?. Con respecto a la acumulación histórica de conocimientos, si bien pueden rastrearse algunos datos psicológicos aceptados por la "oficialidad" del mundo de la psicología académica ya desde la época de los griegos, la mayoría de los psicólogos académicos coinciden en que la psicología, tal como la conciben, nace prácticamente con Freud o en su época inmediata. Freud nació en 1856 y murió en 1939. Así que podemos decir que esta acumulación histórica de conocimientos aún no tiene, en el 2001, mucho más de 150 años. ¿Qué diremos de la tradición Taoísta o Zen o Hindú?. Tienen muchísimos más años, fueron experimentadas por muchos más hombres, y tienen el aporte de muchos más investigadores.

Desde la perspectiva académica se dice también que estas tradiciones no son ciencia, sino religión, y que no poseen método.

En relación a que estas tradiciones no poseen método, lo más propio, de conocerlas un poco más, sería decir "no poseen el método que nosotros utilizamos". ¿Cuál método es mejor?. Invito, para responder a esta pregunta, a investigar y sacar las propias conclusiones.

Con respecto a que son religión y no ciencia, se olvida el hecho de que antes de la división del conocimiento humano en múltiples disciplinas, división que no tiene más de 200 años, los conocimientos no estaban separados como hoy los tenemos, sino que estaban dentro de la filosofía, que no es otra cosa, según la etimología del término y la definición de sus mentores que "amor a la sabiduría", y el lugar que la filosofía grecorromana ocupó en este "amor", lo ocupaban las religiones en otras culturas. Al respecto, invitamos a leer el texto titulado "Psicología de la Posible Evolución del Hombre" del señor Ouspensky, en este mismo site, en la sección "Textos y conferencias de varios autores". En este texto, se amplían algunos detalles con respecto a los conocimientos psicológicos encerrados en las tradiciones y se da de la psicología una definición más amplia. Cabe destacar también, que la tendencia actual de la ciencia es ir haciendo un trabajo cada vez más interdisciplinario, habida cuenta de que la atomización del conocimiento trajo graves consecuencias de perspectiva de los problemas, así que se está retornando a una unión del conocimiento.

Por otra parte, ¿qué entendemos por ciencia sino el estudio metodológico de un objeto dado para conocer su verdad objetiva?. ¿Y qué nos hace suponer que el sufismo o el hinduismo no cumplen con estos requisitos?. ¿Que sus investigadores del plano psicológico creían en Dios?. ¿Cuál sería, en tal caso, el problema?. Muchos científicos actuales y pasados que hicieron grandes aportes a la ciencia también creían en Dios, y eso es una cuestión personal que no debería influir a la hora de evaluar sus investigaciones. No es condición necesaria, para ser científico, el ser ateo.

La idea de algunos cristianos –no todos-, que se oponen al conocimiento científico y sólo creen en lo revelado, se parece mucho a sus opuestos, algunos científicos –no todos-, que sospechan de todo lo que tenga algo que ver con religiosidad. Ambos casos están afectados por prejuicios, y si se les pregunta sobre el tema que critican, se verá prontamente lo poco que han investigado, y en realidad se verá que repiten frases clisés y lugares comunes. Desde la perspectiva de los científicos, como decíamos antes, esto es poco científico, porque se habla de lo que no se investiga. Y desde la perspectiva religiosa, esto es poco religioso, porque negar los estudios de la ciencia es negar las leyes que el Creador ha puesto a Su obra.

Vamos a dejar este tema tan viejo del "partido de la ciencia" y el "partido de la religión", para los afiliados a cada partido. Invito a intentar afiliarnos a la verdad, de modo que esto nos conduzca a un conocimiento más objetivo.

Volviendo al tema central que nos ocupa: ¿es posible el autoconocimiento?. Aunque se trate de utilizar a un psicólogo, a un líder espiritual, o a una escuela, seguimos con un autoconocimiento asistido.

¿Podemos hacer algo por nosotros mismos, sin necesidad de ninguna de estas asistencias externas?.

Hasta aquí se desprende de lo dicho que cuando hablamos de asistencia, hay una base de autoconocimiento que nos impulsó a buscarla, pero cuando hablamos de autoconocimiento parece ser necesaria también una ayuda externa de algún tipo. Es decir, al no poder hablar en forma absoluta de objetividad y subjetividad por las razones que mencionamos, debemos hallarnos en algún grado de objetividad –o de subjetividad, dependiendo de la perspectiva-, y según sea ese grado en que estemos, necesitaremos más o menos asistencia para los múltiples problemas que se nos presenten en esta búsqueda de lo que realmente somos. O lo que es lo mismo, se trata de ir creciendo en objetividad para crecer en independencia.

La pregunta clave entonces sería: ¿cuál es nuestro grado de objetividad, a partir de nuestra estructura psicológica?. Es difícil contestar a esta pregunta con relación a nosotros mismos, y su respuesta necesitaría un conocimiento del todo, que aún no poseemos. Como decíamos antes, en los casos extremos donde la objetividad es muy pobre, evidentemente se necesita mucha asistencia; pero a partir de cierto grado de objetividad, es saludable comenzar a pensar por nosotros mismos, y poco a poco ir soltando marras. Del mismo modo que una psicoterapia que no conduzca a dar de alta al paciente, no se ha visto coronada por el éxito, un maestro o una escuela que no conduzcan a este despertar a sus discípulos, es decir, a ser conscientes en un grado mayor para comenzar a ver por sí mismos y por tanto ir liberándose de la dependencia, es evidente que ha fracasado en su finalidad esencial, sea que este fracaso se origine en la escuela o en el discípulo.

Debemos volver a mencionar que es necesario no ver los términos en forma absoluta. Así que "ir viendo por sí mismos" no significa algo que suceda de un modo total y absoluto de la noche a la mañana. Sea que nuestro autoconocimiento utilice la asistencia de un maestro, un psicoterapeuta o una escuela, decir que "ya sabemos" o que no necesitamos más ninguna clase de asistencia, es casi una prueba de que aún la necesitamos, y mucho. ¿Porqué?. ¿Cómo se compatibiliza este hecho entonces con la necesidad de soltar el cordón umbilical y pensar por nosotros mismos?. En otro escrito que hemos denominado "Sabiduría, Maestro y Discípulo" decíamos que la sabiduría es un estado de consciencia. Dicho en otras palabras, la sabiduría es consciencia. Pero la sabiduría no tiene un final, un punto donde "ya sabemos todo"; aún los máximos sabios de la humanidad han reconocido su ignorancia frente a la magnitud del Absoluto. Decíamos también en el escrito mencionado que la sabiduría no es simple acumulación de datos intelectuales, es un estado de consciencia en el que "vemos", es decir, somos más objetivos, pero un estado de consciencia puede ser otro en otro momento. Así que nadie puede decir que llegó a la cúspide. Cuando se habla de autorrealización se plantea esto desde un punto de vista relativo, es decir, podemos tener más accesos de objetividad que antes con relación a nosotros mismos, y la diferencia con otras épocas de nuestras vidas puede ser tan grande al crecer hacia la objetividad, que entonces se vivencia como una autorrealización pero no final, sino como el inicio de una nueva etapa de crecimiento.

Los demás pueden percibir en un "sabio", un nivel de objetividad quizá mayor que el resto de sus contemporáneos, pero para el sabio mismo, esto es un nuevo ciclo de crecimiento, con nuevos desafíos y quizá, nuevas dudas.

Por otra parte, una persona con un alto grado de objetividad, nunca cesaría de oír lo que los otros dicen, encerrándose en su propia "muralla china". Muy por el contrario, esa persona estará más atenta aún, y verdaderamente, oirá.

Si una técnica, un maestro o lo que fuera, puede servir a quien necesita desarrollarse, por encontrarse en un estado de alta subjetividad, un verdadero sabio aprovechará aún mejor estas técnicas o consejos.

Por eso, podemos utilizar un psicoterapeuta, una escuela, etc., e ir creciendo en objetividad, pero al mismo tiempo este romper el cordón umbilical no significará cesar de oír o de prestar atención a las mismas fuentes que nos ayudaron en nuestros primeros pasos, sino tal vez a recrearlas, conservando sus aspectos esenciales o a "beber de otras fuentes", enriqueciéndonos con nuevos aportes y alejándonos del fanatismo al ver verdad, también, en otras posturas.

Como ejemplo de esto dentro del campo de la psicología académica, no todos los seguidores de Freud son psicoanalistas ortodoxos. Muchos de sus discípulos, recreando la doctrina de su maestro, generaron nuevos conceptos.

La respuesta final entonces a si podemos hacer algo por nosotros mismos, sin asistencia externa, sería, a veces sí, a veces no. Siempre podemos cometer un error, y en esos casos, la asistencia es lo correcto, y siempre podemos acertar, en esos casos, la asistencia no es necesaria. Se trata entonces, de estar atentos y de no despreciar nada que pueda ser útil.



Llegados a este punto, donde podemos decir que es posible el autoconocimiento, es posible crecer en objetividad, es lícito ser ayudado y a la vez actuar por sí mismos, nos podemos preguntar: ¿cómo desarrollar la objetividad?.

Decíamos que la subjetividad parece tener una relación directa con nuestra esfera de intereses, aumentando en una mayor proporción cuando nos identificamos con esos intereses. ¿Qué significa identificarse?. Identificarse es colocar parte de la propia identidad en algo, sea esto material o del mundo psíquico. Sentimos el objeto de identificación como parte de nosotros mismos, y si sentimos que alguien "ataca" dicho objeto, nos sentimos atacados. Una persona puede identificarse con sus posesiones, sus emociones, sus pensamientos, su familia, su religión, etc. Por ejemplo, si yo formo parte de un partido político, esto de por sí puede ser participación, un modo de Servicio, y no identificación. Pero si me involucro emocionalmente con el partido, hasta el punto de sentirlo como algo personal, como parte de mí, eso ya será identificación. Si alguien critica a mi partido sentiré que me están atacando a mí mismo. Me encolerizaré, perderé tal vez los estribos, y con toda seguridad mi objetividad, lanzando justificaciones racionales para intentar probar que los errores de mi partido en realidad son virtudes, y las críticas, calumnias. Así, racionalizaré más que razonar. Esto me sucederá aunque la crítica sea correcta y aunque incluso pueda ser beneficioso para mi partido aceptar la crítica y mejorar en el sentido de lo criticado. Esto último es porque al perder la capacidad objetiva, perdemos también el sentido de lo que es mejor o peor realmente. La identificación y el estado de subjetividad, aunque a primera vista pueden aparecer a veces intentando defender el objeto de identificación, no siempre la resultante final es una real defensa, más bien por el contrario, en general produce más daño.

Si en el ejemplo citado la identificación crece demasiado, puedo llegar al fanatismo, y a matar como a un enemigo a quien critique a mi partido. ¡Y pensar que esto sucede en la realidad, y un partido político se supone que es una herramienta para que la sociedad mejore!.

Siguiendo con el mismo ejemplo, si comienzo a separarme interiormente del partido político –y esto no es dejar de trabajar en el partido-; si comienzo a involucrarme menos emocionalmente con el partido –y esto no significa dejar de amar con madurez a esta herramienta de cambio social o estar menos comprometido con la actividad-; si no lo veo como un pedazo de mí –y esto no significa perder el interés por el partido, ya que se supone que aún nos damos cuenta del valor de la herramienta-; en fin, si dejo de estar "apegado" o identificado con el partido, entonces tendré las ideas más claras, mi emoción equilibrada en su lugar justo, veré más objetivamente, y utilizando las críticas con inteligencia, podré actuar con un mayor beneficio del partido.

Si trasladamos esto al mundo psicológico, a las ideas propias, los valores, etc., el caso puede aplicarse de igual modo. Defender nuestros valores, por ejemplo, puede ser hasta loable, pero si nos identificamos con ellos podemos caer en el fanatismo y volvernos jueces de nuestros semejantes.

La separación interior puede ser en ambos casos la clave para evitar la subjetividad, y separarse interiormente significa dejar de colocar el sentimiento de "yo", la propia identidad, en el objeto del cual deseamos separarnos.

Si esto es difícil para el caso del partido político, la religión, la nacionalidad, etc., mucho más difícil aún suele ser para el hombre en lo que considera más propiamente como él mismo, es decir, el propio cuerpo, los pensamientos y las emociones. Pero la separación interior de estas tres cosas es clave para lograr un mayor estado de objetividad, sobretodo en el caso del autoconocimiento.

Pero entonces, ¿qué somos nosotros mismos?. ¿Cuál es nuestra verdadera identidad?. ¿Qué debemos considerar como Yo Real?.

Una ayuda para encontrar estas respuestas, es plantear la pregunta de un modo inverso: ¿qué no soy yo?.

Daniel Milocco era Daniel Milocco antes de pertenecer al partido político, por lo tanto, si la identidad permanece la misma antes y después de afiliarme al partido, no está dentro de la esfera de la identidad el hecho de pertenecer a ese partido o no. Si mi partido se destruye, perteneceré a otro, a ninguno o crearé uno nuevo, pero eso, aunque cambie el matiz de mi personalidad por las experiencias vividas, no cambia la esencia de mi identidad. Por tanto, puedo afirmar que yo no soy el partido, aunque forme parte de él.

Si nos preguntan: ¿Tú que eres? Muchas veces respondemos soy abogado, etc. Pero antes de ser de la profesión que somos ahora, éramos la misma persona, es decir, teníamos la misma identidad. Y aunque cambiemos a otra profesión no perderemos por ello nuestra identidad. Podemos afirmar entonces que "yo" no es la profesión.

Podemos, por algunas circunstancias especiales de la vida, cambiar el nombre y apellido, ¿dejaremos por esto de ser quienes somos? No, no somos nuestro apellido ni nuestro nombre.

Cuando teníamos doce años pensábamos de un modo, a los 20 de otro, a los 35 de otro modo sobre muchas cosas. Nuestros pensamientos cambian, pero la identidad fue siempre la misma en el transcurso del tiempo. Por tanto "yo" no soy mis modos de pensar.

Las emociones son como estados interiores, ahora tengo ira, luego estoy tranquilo, ahora tristeza, luego alegría; pero las identidad es siempre la misma, seguimos hablando de la misma persona así que "yo" no es mis emociones.

Las células de mi cuerpo se renuevan cada cierto período de tiempo, incluso mis neuronas, las únicas que no se renuevan, están envejeciendo lentamente, no son las mismas ahora que hace un año. De pequeño era un bebe, luego un púber, luego un adolescente, así que mi cuerpo fue mutando con el paso del tiempo, mi cuerpo es otro, pero seguimos hablando de la misma persona, la misma identidad. Por tanto, "yo" no puede ser mi cuerpo.

Si no soy mi partido político, ni mi religión, ni mi nacionalidad, ni mis pensamientos, ni mi cuerpo, ni mis emociones, ¿qué queda? ¿qué soy realmente?.

Esta respuesta no la podemos dar. Es una respuesta muy íntima, muy individual, que cada uno debe darse a sí mismo.



Lo importante en este texto que estamos desarrollando es ver la posibilidad del autoconocimiento, y la posibilidad, para esto, de aumentar nuestro grado de objetividad en relación a nosotros mismos.

Así que, el primer paso para ser más objetivos en la autoobservación es cambiar nuestra perspectiva del yo. Al dejar de ver pensamientos, cuerpo y emociones como yo mismo, me separo interiormente y puedo ir, poco a poco, observando con mayor objetividad mi mundo interno. En la práctica, el logro de esta separación está relacionado a la autoobservación y la reflexión sobre la transitoriedad de lo que no somos, e incluso la posibilidad de cambiar conscientemente.

Otro tema importante es nuestra escala de valores, nuestra idea del Bien y del Mal, y con ello nuestro sentimiento de pecado o culpa. Es decir, uno de los pilares que nos impulsan a la autojustificación, a mentirnos a nosotros mismos.

Por eso, dejar de identificarnos con nuestra propia escala de valores es crucial. En el fondo, así como no somos ninguna de las cosas antes mencionadas en el desarrollo de este escrito, tampoco somos nuestras actitudes. Las actitudes, las respuestas que damos, erróneas o no, frente a la vida, son el producto de nuestra educación desde el hogar, pasando por la escuela, los medios de difusión, los otros, etc. Son como programas de una computadora que echan a correr frente a estímulos. Uno puede reprogramar lo que ve incorrecto, y no dejará de ser quien es, no perderá con ello su identidad. Así que al tratarse de programas automáticos no somos responsables de nuestros errores nosotros, sino el programador, en este caso, la vida misma; por ello, no tendremos tampoco mérito de nuestros aciertos. Siguen siendo el resultado de los programas. Lo único que puede escapar a esta gran maquinaria programada del inconsciente, es nuestra consciencia.

Pero creer que somos conscientes en forma absoluta es un gran error. El mismo Freud decía que la consciencia es apenas la punta del iceberg, y el resto, sumergido, es el inconsciente que determina la actitud de las personas.

Así que nuestro trabajo es ir viendo cada vez más profundo en estos programas, y aumentando nuestro grado de consciencia, para encontrar el modo de liberarnos de los mismos.

Esto tampoco, desgraciadamente, puede hacerse de un día para el otro, y nuestro grado de consciencia depende de nuestro estado de cada momento, así como del punto de desarrollo en que estemos en el proceso de liberación interior, cosa que necesariamente debe ser hecha a propósito, como una decisión interna, como un primer paso desde y hacia la consciencia fuera de los programas. El Sr. Gurdjieff dijo una vez que "la evolución del hombre es la evolución de su consciencia, y la consciencia no puede evolucionar inconscientemente".

El hecho de no sentirnos culpables por nuestros propios errores no significa que no haremos nada para cambiarlos. Muy por el contrario, al no sentirnos culpables, evitaremos lo fundamental, que es mentirnos a nosotros mismos echándole a otro la culpa, o a la vida, etc., ya que si bien los programó la vida, ellos están ahora incorporados dentro y debemos aceptarlos, entonces podremos verlos con mayor objetividad y de este modo podremos tener más posibilidades de cambiarlos. La culpa, en verdad, puede servir como autocastigo, pero poco ayuda a superar los problemas. La verdadera consciencia nos lleva a ser conscientes del dolor del otro, y por eso, no queremos provocarlo. Quien necesita la policía para no matar, es porque sus programas interiores lo impulsan a matar, y sólo el programa del miedo a la policía lo detiene. Quién necesita la culpa para no matar, es también porque sus programas interiores lo llevan a matar y sólo el programa del remordimiento por tener esos pensamientos puede detenerlo. Todo esto es mecánico, inconsciente y automático. Pero la consciencia nos liberará del programa de matar, así que ya no desearemos la muerte del otro, lo comprenderemos, y por ello, no será necesaria la policía, ni los programas del miedo o el remordimiento. Entiendo que algunos anarquistas, cuando decían que no era necesario un gobierno en una sociedad con consciencia social, se referían a esto. Pero claro, es obvio que la humanidad está aún muy lejos de eso.

Ir avanzando en nuestras reflexiones con respecto a lo que no somos, ir conociendo nuestros programas, e ir cambiando culpa por comprensión, nos ayudará a separarnos internamente de nuestras identificaciones.

Aparte del cambio de perspectiva en lo que consideramos yo, necesitamos ejercitar la práctica de la autoobservación, aunque al principio lo hagamos con subjetividad.

El hecho de cambiar la perspectiva del yo, y abandonar la culpa, nos ayudará a observar sin "juicios de valor" (hasta donde esto nos sea posible) nuestro mundo interno. Tratar de observar sin juicio, lo más imparcialmente posible nuestra mente, irá haciendo una especie de registro, como si fuéramos tomando fotografías de nosotros mismos en distintos momentos. Con el paso del tiempo, veremos al observar las "fotos" que hay cosas que se repiten, y que van formando los rasgos que caracterizan a nuestra personalidad. Nos iremos conociendo a nosotros mismos.

Pero en este proceso es importante tener cuidado con la propia memoria. Porque al recordar, también proyectamos según nuestras identificaciones, distorsionando los recuerdos, acomodándolos. Es una buena práctica llevar un diario, como un registro escrito de nuestros pensamientos y nuestros estados emocionales.

Si no nos juzgamos mal por las cosas equivocadas que hacemos; si no sentimos culpa; si nos damos cuenta de que nuestras actitudes son como programas automáticos pero no son en realidad nosotros mismos; si vemos nuestros estados como si miráramos en una película la vida de un personaje, poco a poco nos iremos entrenando en una autoobservación cada vez más exacta de nosotros mismos, y las "fotos" serán más reales y menos distorsionadas por nuestros intereses internos.

La autoobservación nos traerá autoconocimiento, y éste último nos ayudará a comprender las actitudes de los otros, y a no identificarnos tanto con lo que nos hacen o dicen. Comprender a los otros nos ayudará a amarlos.

Con el paso del tiempo conoceremos nuestra "mecánica" interna, y quizá estemos en condiciones, gracias al conocimiento de sí adquirido, de modificar algunos programas cada vez más importantes, y liberarnos definitivamente de otros.

Pero recordemos que muchas cosas externas pueden ayudar en este proceso, como la consulta a psicoterapeutas, u otras personas que hayan logrado un desarrollo en el mismo sentido, o el ingreso a una escuela de autoconocimiento, etc.

La lectura de maestros y psicólogos o estudiosos del tema es sumamente importante, pero no hay que pensar que el autoconocimiento puede adquirirse por la mera teoría. Conocerse es un arte y una ciencia, y requiere el compromiso de todo nuestro ser, además de ser una decisión que debe tomarse con la mayor determinación y consciencia de que seamos capaces.

Es mi convicción personal, por otra parte, que detrás del oculto portal de nuestro ser auténtico, se encuentra el descubrimiento del máximo tesoro, es decir, el encuentro con el Ser que da sustento a todo el Universo.

El templo de Apolo situado en la antigua Delfos y concretamente dentro del santuario de Apolo es una de las ruinas más admiradas por todos los visitantes. Se construyó en el siglo IV antes de Cristo y estaba situado justo en el medio del santuario. Lo más destacado del templo de Apolo era una gigante estatua dorada del Dios y un hogar donde siempre ardía una llama. En el pronaos también había grabadas dos sentencias de los siete sabios de Grecia que ponían lo siguiente: "Conócete a ti mismo" y "Nada en demasía".
Hoy en día sorprende todavía este templo a pesar de que tan sólo quedan fragmentos de él. Las dimensiones del mismo son realmente sorprendentes y uno se puede imaginar perfectamente cómo era cuando estaba todo en pie. La verdad es que dan ganas de quedarse mirando estas ruinas todo el tiempo y hay miles de detalles que no dejan de sorprender.
De todos modos, lo más llamativo son las columnas que reflejan la altitud que alcanzaba el edificio. Hay algunas que se encuentran en muy buen estado.
Personalmente me llamaron mucho la atención las dos sentencias grabadas en este templo. Son dos frases que tienen sentido en cualquier época y que te hacen ver que en la antigua Roma las personas ya tenían muchas cosas en común con nosotros. Hay cosas que nunca cambian y no te das cuenta hasta que ves este tipo de restos.

"CONOCETE A TI MISMO "


Habitualmente se cita esta frase: "Conócete a ti mismo", pero a menudo se pierde de vista su sentido exacto. A propósito de la confusión que reina con respecto a estas palabras, pueden plantearse dos cuestiones: la primera concierne al origen de esta expresión, la segunda a su sentido real y a su razón de ser. Algunos lectores podrían creer que ambas cuestiones son completamente distintas y que no tienen entre sí ninguna relación. Tras una reflexión y un examen atento, claramente aparece que mantienen una estrecha conexión.

Si se les pregunta a quienes han estudiado la filosofía griega quién fue el hombre que pronunció primero esta sabia frase, la mayoría de ellos no dudará en responder que el autor de esta máxima es Sócrates, aunque algunos pretenden referirla a Platón y otros a Pitágoras. De estos pareceres contradictorios, de estas divergencias de opinión, estamos en nuestro derecho de concluir que esta frase no tiene por autor a ninguno de los filósofos mencionados, y que no es en ellos dónde habría que buscar su origen.

Nos parece lícito formular esta advertencia, que parecerá justa al lector cuando sepa que dos de estos filósofos, Pitágoras y Sócrates, no dejaron ningún escrito.

En cuanto a Platón, nadie, sea cual sea su competencia filosófica, está en situación de distinguir qué fue dicho por él o por su maestro Sócrates. La mayor parte de la doctrina de este último no nos es conocida más que por mediación de Platón, y, por otra parte, se sabe que es en la enseñanza de Pitágoras donde Platón recogió ciertos conocimientos de los que hace gala en sus diálogos. Con ello, vemos que es extremadamente difícil delimitar lo que corresponde a cada uno de estos tres filósofos. Lo que se atribuye a Platón a menudo es también atribuido a Sócrates, y, entre las teorías consideradas, algunas son anteriores a ambos y provienen de la escuela de Pitágoras o de él mismo.

Verdaderamente, el origen de la expresión estudiada se remonta mucho más allá de los tres filósofos mencionados. Mejor aún: es más antigua que la historia de la filosofía, y supera también el dominio de la filosofía.

Se dice que estas palabras estaban inscritas en la puerta del templo de Apolo en Delfos. Posteriormente fueron adoptadas por Sócrates, así como por otros filósofos, como uno de los principios de su enseñanza, a pesar de la diferencia que haya podido existir entre estas diversas enseñanzas y los fines perseguidos por sus autores. Es probable, por lo demás, que también Pitágoras haya empleado esta expresión mucho antes que Sócrates. Con ello, estos filósofos se proponían demostrar que su enseñanza no era estrictamente personal, que provenía de un punto de partida más antiguo, de un punto de vista más elevado que se confundía con la fuente misma de la inspiración original, espontánea y divina.

Constatamos que estos filósofos eran, por ello, muy diferentes a los filósofos modernos, que despliegan todos sus esfuerzos para expresar algo nuevo, a fin de ofrecerlo como la expresión de su propio pensamiento, de erigirse como los únicos autores de sus opiniones, como si la verdad pudiera ser propiedad de alguien.

Veremos ahora por qué los filósofos antiguos quisieron vincular su enseñanza con esta expresión o con alguna similar, y por qué se puede decir que esta máxima es de un orden superior a toda filosofía.

Para responder a la segunda parte de esta cuestión, diremos que la solución está contenida en el sentido original y etimológico de la palabra "filosofía", que habría sido, se dice, empleada por primera vez por Pitágoras. La palabra filosofía expresa propiamente el hecho de amar a Sophia, la sabiduría, la aspiración a ésta o la disposición requerida para adquirirla.

Esta palabra siempre ha sido empleada para calificar una preparación a esa adquisición de la sabiduría, y especialmente los estudios que podían ayudar al philosophos, o a aquel que experimentaba por ella alguna tendencia, a convertirse en sophos, es decir, en sabio.

Así, como el medio no podría ser tomado por un fin, el amor a la sabiduría no podría constituir la sabiduría misma. Y debido a que la sabiduría es en sí idéntica al verdadero conocimiento interior, se puede decir que el conocimiento filosófico no es sino un conocimiento superficial y exterior. No posee en sí mismo, ni por sí mismo, un valor propio. Solamente constituye un grado preliminar en la vía del conocimiento superior y verdadero, que es la sabiduría.

Es muy conocido por quienes han estudiado a los filósofos antiguos que éstos tenían dos clases de enseñanza, una exotérica y otra esotérica. Todo lo que estaba escrito pertenecía solamente a la primera. En cuanto a la segunda, nos es imposible conocer exactamente su naturaleza, ya que por un lado estaba reservada a unos pocos, y, por otro, tenía un carácter secreto. Ambas cualidades no hubieran tenido ninguna razón de ser si no hubiera habido allí algo superior a la simple filosofía.

Puede al menos pensarse que esta enseñanza esotérica estaba en estrecha y directa relación con la sabiduría y que no apelaba tan sólo a la razón o a la lógica, como es el caso para la filosofía, que por ello ha sido llamada "el conocimiento racional". Los filósofos de la Antigüedad admitían que el conocimiento racional, es decir, la filosofía, no era el más alto grado del conocimiento, no era la sabiduría.

¿Acaso la sabiduría puede ser enseñada del mismo modo que el conocimiento exterior, por la palabra o mediante libros? Ello es realmente imposible, y veremos la razón. Lo que podemos afirmar desde ahora es que la preparación filosófica no es suficiente, ni siquiera como preparación, pues no concierne más que a una facultad limitada, que es la razón, mientras que la sabiduría concierne a la realidad del ser al completo.

De modo que existe una preparación a la sabiduría más elevada que la filosofía, que no se dirige a la razón, sino al alma y al espíritu, y a la que podemos llamar preparación interior; éste parece haber sido el carácter de los más altos grados de la escuela de Pitágoras. Ha ejercido su influencia a través de la escuela de Platón y hasta el neo-platonismo de la escuela de Alejandría, donde apareció de nuevo claramente, así como entre los neo-pitagóricos de la misma época.

Si para esta preparación interior se empleaban también palabras, éstas no podían ser ya tomadas sino como símbolos destinados a fijar la contemplación interior.

Mediante esta preparación, el hombre es llevado a ciertos estados que le permiten superar el conocimiento racional al que había llegado anteriormente, y como todo esto está muy por encima de la razón, está también muy por encima de la filosofía, puesto que la palabra filosofía siempre es empleada de hecho para designar algo que sólo pertenece a la razón.

No obstante, es asombroso que los modernos hayan llegado a considerar a la filosofía, así definida, como si fuera completa en sí misma, y olvidan así lo más elevado y superior.

La enseñanza esotérica fue conocida en los países de oriente antes de propagarse en Grecia, donde recibió el nombre de "misterios". Los primeros filósofos, en particular Pitágoras, vincularon a ellos su enseñanza, como no siendo sino una expresión nueva de ideas antiguas.

Existían numerosas clases de misterios con orígenes diversos. Aquellos en los que se inspiraron Pitágoras y Platón estaban en relación con el culto de Apolo. Los "misterios" tuvieron siempre un carácter reservado y secreto, significando etimológicamente la propia palabra "misterios" silencio total, no pudiendo ser expresadas mediante palabras las cosas a las cuales se referían, sino tan sólo enseñadas por una vía silenciosa. Pero los modernos, al ignorar cualquier otro método distinto al que implica el uso de la palabra, al cual podemos llamar el método de la enseñanza exotérica, han creído erróneamente, a causa de ello, que no había aquí ninguna enseñanza.

Podemos afirmar que esta enseñanza silenciosa usaba figuras, símbolos y otros medios que tenían por objetivo conducir al hombre a estados interiores, permitiéndole llegar gradualmente al conocimiento real o a la sabiduría.

Tal era el objetivo esencial y final de todos los "misterios" y de otras cosas semejantes que pueden encontrarse en diferentes lugares.

En cuanto a los "misterios" que estaban especialmente vinculados al culto de Apolo y al propio Apolo, es preciso recordar que éste era el dios del sol y de la luz, siendo ésta en su sentido espiritual la fuente de donde brota todo conocimiento y de la que derivan las ciencias y las artes.

Se dice que los ritos de Apolo llegaron del Norte y esto se refiere a una tradición muy antigua, que se encuentra en libros sagrados como el Vêda hindú y el Avesta persa.

Este origen nórdico era incluso afirmado más especialmente para Delfos, que pasaba por ser un centro espiritual universal; y había en su templo una piedra llamada "omphalos" que simbolizaba el centro del mundo.

Se piensa que la historia de Pitágoras, e incluso su propio nombre, poseen una cierta relación con los ritos de Apolo. Éste era llamado Pythios, y se dice que Pytho era el nombre original de Delfos. La mujer que recibía la inspiración de los Dioses en el templo era llamada Pythia. El nombre de Pitágoras significa entonces "guía de la Pythia", lo cual se aplica al propio Apolo. Se cuenta además que es la Pythia quien declaró que Sócrates era el más sabio de los hombres. Parece entonces que Sócrates estuvo relacionado con el centro espiritual de Delfos, al igual que Pitágoras.

Añadiremos que si bien todas las ciencias eran atribuidas a Apolo, esto era incluso más especialmente en cuanto a la geometría y la medicina. En la escuela pitagórica, la geometría y todas las ramas de las matemáticas ocupaban el primer lugar en la preparación al conocimiento superior. Con respecto a este conocimiento, estas ciencias no eran dejadas de lado, sino que, por el contrario, eran empleadas como símbolos de la verdad espiritual. También Platón consideraba a la geometría como una preparación indispensable a toda otra enseñanza, y había inscrito sobre la puerta de su escuela estas palabras: "Nadie entre aquí si no es geómetra". Se comprende el sentido de estas palabras cuando se las refiere a otra fórmula del mismo Platón: "Dios siempre geometriza", ya que, hablando de un Dios geómetra, Platón aludía a Apolo.

No debe asombrar que los filósofos de la Antigüedad hayan empleado la frase inscrita en la entrada del templo de Delfos, puesto que conocemos ahora los vínculos que los unían a los ritos y al simbolismo de Apolo.

Después de todo esto, fácilmente podemos comprender el sentido real de la frase estudiada aquí y el error de los modernos a este respecto. Este error deriva de que ellos han considerado esta frase como una simple sentencia de un filósofo, a quien atribuyen siempre un pensamiento comparable al suyo. Pero, en realidad, el pensamiento antiguo difería profundamente del pensamiento moderno. Así, muchos atribuyen a esta frase un sentido psicológico; pero lo que ellos llaman psicología consiste tan sólo en el estudio de los fenómenos mentales, que no son sino modificaciones exteriores -y no la esencia- del ser.

Otros aún ven en ella, sobre todo aquellos que la atribuyen a Sócrates, un objetivo moral, la búsqueda de una ley aplicable a la vida práctica. Todas estas interpretaciones exteriores, sin ser siempre enteramente falsas, no justifican el carácter sagrado que poseía en su origen, que implica un sentido mucho más profundo que el que así se le quiere atribuir. En primer lugar, significa que ninguna enseñanza exotérica es capaz de dar el conocimiento real, que el hombre debe encontrar solamente en sí mismo, pues, de hecho, ningún conocimiento puede ser adquirido sino mediante una comprensión personal.

Sin esta comprensión, ninguna enseñanza puede desembocar en un resultado eficaz, y la enseñanza que no despierta en quien la recibe una resonancia personal no puede procurar ninguna clase de conocimiento. Es la razón de que Platón dijera que "todo lo que el hombre aprende está ya en él". Todas las experiencias, todas las cosas exteriores que le rodean no son más que una ocasión para ayudarle a tomar conocimiento de lo que hay en sí mismo. Este despertar es lo que se llama anámnesis, que significa "reminiscencia".

Si esto es cierto para todo conocimiento, lo es mucho más para un conocimiento más elevado y más profundo, y, cuando el hombre avanza hacia este conocimiento, todos los medios exteriores y sensibles se hacen cada vez más insuficientes, hasta finalmente perder toda utilidad. Si bien pueden ayudar a aproximarse a la sabiduría en algún grado, son impotentes para adquirirla realmente, y se dice corrientemente en la India que el verdadero guru o maestro se encuentra en el propio hombre y no en el mundo exterior, aunque una ayuda exterior pueda ser útil al principio, para preparar al hombre a encontrar en sí y por sí mismo lo que no puede encontrar en otra parte, y particularmente lo que está por encima del nivel de la conciencia racional. Es necesario, para lograrlo, realizar ciertos estados que avanzan siempre más profundamente hacia el ser, hacia el centro, simbolizado por el corazón y donde la conciencia del hombre debe ser transferida para hacerle capaz de alcanzar el conocimiento real. Estos estados, que eran realizados en los misterios antiguos, eran grados en la vía de esta transposición de la mente al corazón.

Había, hemos dicho, una piedra en el templo de Delfos llamada omphalos, que representaba el centro del ser humano, así como el centro del mundo, según la correspondencia que existe entre el macrocosmos y el microcosmos, es decir, el hombre, de tal manera que todo lo que está en uno está en relación directa con lo que está en el otro. Avicena dijo: "Tú te crees una nada, y sin embargo el mundo reside en ti".

Es curioso señalar la creencia extendida en la Antigüedad según la cual el omphalos había caído del cielo, y se tendrá una idea exacta del sentimiento de los griegos con respecto a esta piedra diciendo que tenía cierta similitud con el que experimentamos con respecto a la piedra negra sagrada de la Kaabah.

La similitud que existe entre el macrocosmos y el microcosmos hace que cada uno de ellos sea la imagen del otro, y la correspondencia entre los elementos que los componen demuestra que el hombre debe conocerse a sí mismo primero para poder conocer después todas las cosas, pues, en verdad, puede encontrarlo todo en él. Es por esta razón que algunas ciencias -especialmente las que forman parte del conocimiento antiguo y que son casi ignoradas por nuestros contemporáneos- poseen un doble sentido. Por su apariencia exterior, estas ciencias se refieren al macrocosmos y pueden ser consideradas justamente desde este punto de vista. Pero al mismo tiempo también poseen un sentido más profundo, el que se refiere al propio hombre y a la vía interior por la cual puede realizar el conocimiento en sí mismo, realización que no es otra que la de su propio ser. Aristóteles dijo: "el ser es todo lo que conoce", de tal modo que, allí donde existe conocimiento real -y no su apariencia o su sombra- el conocimiento y el ser son una y la misma cosa.

La sombra, según Platón, es el conocimiento por los sentidos e incluso el conocimiento racional que, aunque más elevado, tiene su origen en los sentidos. En cuanto al conocimiento real, está por encima del nivel de la razón; y su realización, o la realización del ser, es semejante a la formación del mundo, según la correspondencia de la que hemos hablado.

Es ésta la razón de que algunas ciencias puedan describirse bajo la apariencia de esta forma. Este doble sentido estaba incluido en los antiguos misterios, del mismo modo que en todas las enseñanzas que apuntan al mismo fin entre los pueblos de oriente.

Parece que igualmente en occidente esta enseñanza ha existido durante toda la Edad Media, aunque hoy haya desaparecido completamente, hasta el punto que la mayoría de los occidentales no tiene idea alguna de su naturaleza o siquiera de su existencia.

Por todo lo precedente, vemos que el conocimiento real no tiene como vía a la razón, sino al espíritu y al ser al completo, pues no es otra cosa que la realización de este ser en todos sus estados, lo que constituye el fin del conocimiento y la obtención de la sabiduría suprema.

En realidad, lo que pertenece al alma, e incluso al espíritu, representa solamente grados en la vía hacia la esencia íntima que es el verdadero Sí, y que puede hallarse tan sólo una vez que el ser ha alcanzado su propio centro, cuando estando todas sus potencias unidas y concentradas como en un solo punto, en el cual todas las cosas se le aparecen, cuando estando contenidas en este punto como en su primer y único principio, puede entonces conocer todas las cosas como en sí mismo y desde sí mismo, como la totalidad de la existencia en la unidad de su propia esencia.

Es fácil ver cuán lejos está esto de la psicología en el sentido moderno de la palabra, y que va incluso mucho más lejos que un conocimiento más verdadero y más profundo del alma, que no puede ser sino el primer paso en esta vía.

Es importante indicar que el significado de la palabra nefs no debe ser aquí restringido al alma, pues esta palabra se encuentra en la traducción árabe de la frase considerada, mientras que su equivalente griego psyché no aparece en el original. No debe pues atribuirse a esta palabra el sentido corriente, pues es seguro que posee otro significado mucho más elevado que le hace asimilable al término esencia, y que se refiere al Sí o al ser real; como prueba, tenemos lo que se dice en el siguiente hadith, que es como un complemento de la frase griega: "Quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor".

Cuando el hombre se conoce a sí mismo en su esencia profunda, es decir, en el centro de su ser, es cuando conoce a su Señor. Y conociendo a su Señor, conoce al mismo tiempo todas las cosas, que vienen de Él y a Él retornan. Conoce todas las cosas en la suprema unidad del Principio divino, fuera del cual, según la sentencia de Mohyiddin ibn Arabî, "no hay absolutamente nada que exista", pues nada puede haber fuera del Infinito.


"El hombre es la medida de todas las cosas" (Protágoras)
"El hombre que no piensa sino en vivir, no vive" (Sócrates)
"La inteligencia no consiste sólo en el conocimiento, sino también en la destreza para aplicar los conocimientos a la práctica" (Aristóteles)
"El hombre es la medida de todas las cosas" (Protágoras)
"Deben filosofar tanto el joven como el viejo; éste para que, en su vejez, rejuvenezca en los bienes por la alegría de lo vivido; aquél, para que sea joven y viejo al mismo tiempo por su intrepidez frente al futuro.." (Epicuro)
"No busques que los acontecimientos sucedan como tú quieras, sino desea que, sucedan como sucedan, tú salgas bienparado" (Epicteto).

Conocete a ti mismo no persigas a Dios o a lo Divino, el verdadero conocimiento del hombre, es el lo divino, el conocimiento de su propio ser


La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia.

Cuatro características corresponden al juez: Escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.

Sólo hay un bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia.

Desciende a las profundidades de ti mismo, y logra ver tu alma buena. La felicidad la hace solamente uno mismo con la buena conducta.

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