lunes, 1 de junio de 2009

El Hedonismo y la Vida Feliz: La teoría epicúrea del placer

El Hedonismo es la doctrina filosófica basada en la búsqueda del placer y la supresión del dolor como objetivo o razón de ser de la vida. Las dos escuelas clásicas del hedonismo son la escuela cirenaica y los epicúreos.

Se trata de una doctrina filosófica basada en la supresión total del dolor de la vida de sus adherentes.

El hedonísmo posee subcorrientes extremas, como es el caso del epicureísmo.

El hedonismo es una teoría moral que constituye al placer (hedoné) en bien último o supremo fin de la vida humana. Se dice también de la tendencia a buscar el placer. Un grupo de teorías morales, tanto en la Antigüedad como en la Edad Moderna, han supuesto que el fin último o bien supremo del hombre se identifica con el placer (en griego, hedoné). Según estas escuelas, cuanto el hombre hace o intenta tiene siempre valor de medio para otra cosa: solo el placer es buscado por sí mismo, y a la obtención del placer se encaminan, en definitiva, todos los demás esfuerzos.

Bajo el término general de hedonismo se ha tendido a agrupar a diversos pensadores separados, en realidad, por notables diferencias.

En sentido estricto se define como hedonismo toda doctrina que considera el placer (hedoné en griego) como fin supremo de la vida. Sin embargo, la propia ambigüedad del concepto de placer hace que tal afirmación pueda realizarse desde muy distintas perspectivas.

Se distinguen básicamente dos formas de hedonismo, el ético y el psicológico. Una acertada definición del primero la ofreció Richard B. Brandt, uno de los filósofos modernos que mayor atención dedicaron a este tema, quien afirmó que una cosa es intrínsecamente deseable (indeseable) si y sólo si y en la medida en que es placentera (no placentera).

Por lo que se refiere al hedonismo psicológico, son varias las doctrinas existentes según la determinación temporal del placer. La teoría del placer de los fines o hedonismo psicológico del futuro sostiene que el placer personal es el único fin último de una persona.

Del griego hedone (placer). Doctrina ética según la cual el único bien es el placer y el único mal el dolor. En consecuencia, sitúa en el placer la felicidad humana. El hedonismo no consiste en afirmar que el placer es un bien, ya que dicha afirmación ha sido admitida por otras muchas doctrinas éticas muy alejadas del hedonismo, sino en considerar que el placer es el único y supremo bien. El término hedonismo puede tomarse en dos sentidos, lato y estricto. En el primero, hedonismo sería una teoría ética de gran amplitud en la que la palabra placer tendría un significado muy extenso, abarcando tanto el placer como la utilidad; en este sentido se encuadraría dentro del hedonismo el utilitarismo (v.). En un sentido más restringido, el hedonismo se diferencia del utilitarismo, fundamentalmente, porque el primero cifra el bien en el placer individual, mientras que el segundo afirma como bien sumo el placer, el bienestar y la utilidad sociales; el hedonismo tiene carácter individualista, el utilitarismo es de índole socialista (en el sentido etimológico de la palabra). Dentro del hedonismo en sentido estricto se pueden distinguir dos formas del mismo, de acuerdo con los dos significados que tiene el término placer. Éste designa, ya el placer sensible o inferior, ya el placer espiritual o superior. En consecuencia, habrá dos formas de hedonismo, llamadas hedonismo absoluto y hedonismo mitigado, o eudemonismo.

Hedonismo es la doctrina que considera el placer como el fin de la vida, por lo que se deduce que los seres humanos deberíamos dedicarnos exclusivamente a vivir en su eterna búsqueda. En la Grecia antigua se formularon las primeras teorías sobre el placer:

En la primera doctrina se plantea que los deseos personales se debían satisfacer de inmediato sin importar los intereses de los demás, por su puesto esta teoría sería egoísta y arbitraria y obviamente no conduciría a nada bueno. Además, esto nos lleva a pensar, que quien así actúa terminará por convertirse en un ser monstruoso que de seguro debe sucumbir a sus bajos instintos. Esta teoría fue expuesta por un grupo llamado los cirenaicos.

La segunda doctrina fue formulada por los epicúreos o hedonistas racionales, seguidores del filosofo Epicúreo de Samos, quien vivió en Grecia entre el 341 y el 270 a.c. La doctrina que predicó Epicúreo de Samos ha sido tergiversada a través de la historia, hasta el punto de que algunos lo toman como un libertino mientras que otros lo consideraron una faceta.

Epicúreo consideraba que la felicidad consiste en vivir en continuo placer, porque para muchas personas el placer es concebido como algo que excita los sentidos. Epicúreo consideró que no todas las formas de placer se refieren a lo anterior, pues lo que excita los sentidos son los placeres sensuales. Existen otras formas de placer que según él se refieren a la ausencia de dolor o de cualquier tipo de aflicción. También afirmó que ningún placer es malo en sí, sólo que los medios para buscarlo pueden ser el inconveniente, el riesgo o el error.

Existen escritos del filósofo y de sus seguidores que nos muestran sus doctrinas: entre los deseos, algunos son naturales y necesarios, algunos naturales y no necesarios y otros ni naturales ni necesarios, sólo consagrados a la opinión vana. La disposición que tengamos hacia cada uno de estos casos determina nuestra aptitud para ser felices o no.

* Dentro de los deseos naturales y necesarios encontramos las necesidades básicas físicas, como el alimentarse, calmar la sed, el abrigo y el sentido de seguridad.
* Dentro de la clase de naturales e innecesarios están , la conversación amena, la gratificación sexual, las artes, etc.
* Dentro de los placeres innaturales e innecesarios están la fama, el poder político, el prestigio, etc.

Epicúreo formuló algunas recomendaciones entorno a todas estas categorías de deseos así:

* Debemos satisfacer los deseos naturales necesarios de la forma mas económica posible.
* Podemos perseguir los deseos naturales innecesarios hasta la satisfacción de nuestro corazón, no más allá.
* No debemos arriesgar la salud, la amistad, la economía en la búsqueda de satisfacer un deseo innecesario, pues esto sólo conduce a un sufrimiento futuro
* Hay que evitar por completo los deseos innaturales innecesarios pues el placer o satisfacción que éstos producen es efímero.

La filosofía epicúrea ganó un gran numero de adeptos. Fue una importante escuela de pensamiento que perduró por 7 siglos después de la muerte de su creador. Hacia la Edad Media decayó y fueron destruidos muchos de sus escritos. Sin embargo hoy existen remanentes de esta doctrina que han sido compilados y difundidos por el mundo.

Los epicúreos sostenían que el placer verdadero es alcanzable tan solo por la razón. Hacían hincapié en la virtudes del dominio de sí mismo y de la prudencia. En los siglos XVIII y XIX los filósofos británicos Jeremy Benthan, James Mill y Jhon Stuart Mill hicieron la propuesta de una doctrina universal más conocida como utilitarismo. Según esta teoría el comportamiento humano debe tener como criterio final el bien social. Hay que guiarse moralmente buscando todo aquello que proporciona y favorece el bienestar de un mayor número de personas.

Después de analizar el documento sobre el Hedonismo hemos llegado a las siguientes conclusiones :

* Todos los seres humanos hemos nacido con la posibilidad de experimentar placer.
* El placer no es bueno, ni malo, simplemente existe.
* Lo bueno o lo malo del placer reside en cómo se busca y hasta dónde llega.
* Todos los extremos son inconvenientes, el exceso de placer se convierte en vicio.
* El placer no es solamente la gratificación sensual o sexual como piensan la mayoría de las personas.
* Hay placeres tan simples y deliciosos como comerse un pedazo de torta, o mirar la última alineación planetaria.
* Existen placeres que a la postre traen infelicidad, insatisfacción o contratiempos, por ejemplo la popularidad o la fama.
* El mayor placer para el género humano debe girar entorno del servicio de los demás.
* Si aprendemos a distinguir verdaderamente lo que es placer, podremos vivir muchos momentos de felicidad.

Las escuelas clásicas del Hedonismo

Las dos escuelas convergen en el detestar la superstición y la religión y basar la conducta y el juicio mediante la experiencia y la razón. Así anticipan las posiciones del humanismo y del iluminismo posteriores. De todas formas difieren en lo siguiente:

La escuela cirenaica (siglos IV y III a.C.) fue fundada por Aristipo de Cirene, fue una de las más antiguas escuelas socráticas y enfatizaba sólo un lado de las enseñanzas de Sócrates. Tomando la afirmación de Sócrates de que la felicidad es uno de los fines de la acción moral, Aristipo mantenía que el placer era el bien superior. Él decía que las gratificaciones corpóreas , las cuales el consideraba intensas, eran preferibles a las mentales. Ellos también negaban que debamos posponer la gratificación inmediata para la ganancia a largo plazo. En este respecto ellos difieren de los epicureistas.

El epicureísmo identificaba al placer con la tranquilidad y enfatizaba la reducción del deseo sobre la adquisición inmediata del placer. En esta forma, el epicureísmo escapa a la objeción precedente: mientras el placer y el bien mayor son de hecho lo mismo, Epicuro argumentaba que el placer más alto consiste de una vida simple, moderada, que se vive con amigos en discusión filosófica. Él enfatizaba que no era bueno hacer algo que a uno le haga sentir bien si, cuando se lo experimentaba, uno después denigraría las experiencias posteriores y éstas le harían sentirse bien. Así mismo afirmaba que a veces por tener placeres momentáneos intensos se sacrifica el bienestar posterior. En tanto él entendía por placer la ausencia de dolor.

Hedonismos

Dentro del Hedonismo en sentido estricto se pueden distinguir dos formas del mismo, de acuerdo con los dos significados que tiene el término placer. Éste designa al placer sensible o inferior, y al placer espiritual o superior. En consecuencia, habrá dos formas de hedonismo, llamadas hedonismo absoluto y hedonismo mitigado, o eudemonismo.

Por lo que se refiere al hedonismo psicológico, son varias las doctrinas existentes según la determinación temporal del placer. La teoría del placer de los fines o ´´hedonismo psicológico del futuro´´ sostiene que el placer personal es el único fin último de una persona.

El hedonismo no consiste en afirmar que el placer es un bien, ya que dicha afirmación ha sido admitida por otras muchas doctrinas éticas muy alejadas del hedonismo, sino en considerar que el placer es el único y supremo bien.

El término hedonismo puede tomarse en dos sentidos, lato y estricto. En el primero, Hedonismo sería una teoría ética de gran amplitud en la que la palabra placer tendría un significado muy extenso, abarcando tanto el placer como la utilidad; en este sentido se encuadraría dentro del Hedonismo el utilitarismo. En un sentido más restringido, el Hedonismo se diferencia del utilitarismo, fundamentalmente, porque el primero cifra el bien en el placer individual, mientras que el segundo afirma como bien sumo el placer, el bienestar y la utilidad sociales; el Hedonismo tiene carácter individualista, el utilitarismo es de índole socialista (en el sentido etimológico de la palabra). El punto de vista que sostiene que la satisfacción humana se encuentra en la búsqueda y posesión del placer material y físico.

El hedonismo radical sostiene que todos los placeres físicos deben ser satisfechos sin ninguna restricción, mientras que el hedonismo moderado afirma que las actividades placenteras deben ser moderadas, para que así aumente el placer. En ambos casos el placer es la principal motivación del comportamiento.

Hedonismo contemporáneo
Dentro de la filosofía contemporánea se destaca la figura de Michel Onfray como abierto proponente del hedonismo. Él manifiesta en una entrevista que "Se cree que el hedonista es aquel que hace el elogio de la propiedad, de la riqueza, del tener, que es un consumidor. Eso es un hedonismo vulgar que propicia la sociedad. Yo propongo un hedonismo filosófico que es en gran medida lo contrario, del ser en vez del tener, que no pasa por el dinero, pero sí por una modificación del comportamiento. Lograr una presencia real en el mundo, y disfrutar jubilosamente de la existencia: oler mejor, gustar, escuchar mejor, no estar enojado con el cuerpo y considerar las pasiones y pulsiones como amigos y no como adversarios."

Opositores y sus puntos de vista

La fe católica se opone al hedonismo porque, según aquélla, mina los valores y virtudes de sus dogmas precursores del eudemonismo espiritual.

El Hedonismo es considerado por muchas religiones una actitud carente de moral , no porque aprecie algún placer, sino porque lo antepone a las exigencias del amor a Dios y al prójimo. Para ellos es una actitud egocéntrica que incapacita al sujeto para relacionarse con otros a menos que sea para explotarlos y satisfacer su afán de placer.

La Psicología Positiva (1998-), basada en investigaciones científicas de psicológica cognoscitiva, ha revelado que sustentar la felicidad en la búsqueda del placer, "la vida placentera", conlleva a un mayor índice de insatisfacción. La búsqueda de una Felicidad Auténtica, como indica el psicólogo Martin E. P. Seligman, implica poner un mayor enfoque en el compromiso y el significado. La vida comprometida está basada en gratificaciones que no pueden ser adquiridas por atajos, como aprender un oficio, deporte, etc.; se busca el flujo, que es el balance del reto con la habilidad. Por otra parte, la vida significativa son las acciones y creencias basadas en algo mayor a nuestro ego, acciones motivadas por un bien común, etc. Se ha comprobado que aquellos que basan su felicidad en la vida comprometida y la vida significativa cuentan con un índice de mayor satisfacción en la vida. La "felicidad auténtica" es un concepto superior al simple hecho de estar fuera de dolor, sentir placer, o no sufrir enfermedades psicológicas.


Epicuro de Samos (341-270 AC) es aclamado universalmente como el filósofo campeón del hedonismo, pero su real visión sobre el tema del placer no es comúnmente comprendida. Muchos historiadores medievales lo representan como un glotón licencioso, mientras que muchos de los modernos lo describen como un predicador de "placeres con moderación", o incluso como un asceta. Ninguna de estas representaciones es correcta. Sin embargo, la doctrina que él enseñó hace largo tiempo en su jardín en Atenas es igualmente inspiradora y convincente aún en nuestros días y, por tanto, digna de nuestra investigación.

Epicuro abogaba por una vida de continuo placer como clave para la felicidad—el objetivo de sus enseñanzas morales. Su gran perspicacia para satisfacer este fin consistía en identificar el límite de nuestra habilidad para experimentar el placer en cualquier momento. Él estipuló que a partir de un determinado nivel máximo no es posible que el placer tenga un incremento de intensidad, aunque es probable que las sensaciones que sostienen este dichoso pináculo del placer varíen continuamente. Él denominó a esta experiencia punta como ataraxia—palabra griega que significa "imperturbabilidad".

Esta es una importante definición, toda vez que la noción de placer es comúnmente concebida como la de algo que excita los sentidos—pero este no es siempre el caso. Epicuro clasificó a los placeres sensuales como placeres en movimiento; ellos nos mueven a su vez hacia otro tipo de placer: el estado de ataraxia, que es placentero por sí mismo. Él no urgió a sus estudiantes a embarcarse precipitadamente en una persecución interminable de la estimulación transitoria, sino más bien en la búsqueda de una saciedad perdurable. Esta propuesta no significaba desestimar la sensualidad como vicio, sino establecer, más bien, la relación adecuada entre los tipos de placer.

Para Epicuro la presencia del placer es sinónimo de ausencia de dolor, o de cualquier tipo de aflicción: el hambre, la tensión sexual, el aburrimiento, etc. El proceso de eliminar estos problemas ciertamente conlleva placeres sensuales, Epicuro una vez escribió: "Yo no sé cómo puedo concebir lo bueno, si elimino los placeres del gusto, y elimino los placeres del amor, y elimino los placeres del oído, y elimino las emociones placenteras causadas por la visión de una hermosa forma". Sin embargo, por más estimulante que sea este proceso, se trata sólo de un medio para perseguir un fin: la satisfacción. Considerar esta persecución como un fin en sí mismo, por contraste, inevitablemente nos conduciría a las ansiedades de la adicción.

"Ningún placer es algo malo en sí", Epicuro continua diciéndonos en sus Doctrinas Principales, "pero los medios que producen algunos placeres conllevan alteraciones que muchas veces son mayores que los mismos placeres". Para ayudar a la especie humana a escoger sabiamente sus placeres, sabemos que Epicuro escribió un libro titulado "Sobre opción y abstinencia", pero este manuscrito no ha llegado a nosotros. Afortunadamente, sí contamos con otros trabajos suyos (junto con los comentarios de otros seguidores del epicureísmo a través de la historia), suficientes para capacitarnos en la reconstrucción de sus buenos consejos. Una máxima que ha llegado hasta nosotros, tomada de las Doctrinas Principales, sirve como buen punto de partida: "Entre los deseos, algunos son naturales y necesarios, algunos naturales y no necesarios, y otros ni naturales ni necesarios, sólo consagrados a la opinión vana". Nuestra disposición hacia cada uno de estos casos determina si estamos aptos para intensificar o minar nuestra felicidad a través del tiempo.

La clase de los deseos "naturales y necesarios" es la de aquellas ansias que necesariamente conducen a mayores penas si no son satisfechas; sin embargo, en circunstancias normales, ellas pueden ser satisfechas de manera más bien fácil. Estas incluyen nuestras necesidades físicas básicas—principal entre ellas está la alimentación (con respecto a esto, Epicuro escribió su epigrama de mayor notoriedad: "la felicidad comienza en el estómago", un dicho que originó la imagen de Epicuro, históricamente imprecisa, como conocedor culinario y dio origen a que en el idioma Inglés se acuñase la palabra "epicure" para referirse a una persona de gustos refinados, especialmente en el comer y el beber). La salud, el abrigo y el sentido de seguridad también pertenecen a esta categoría.

La clase de deseos "naturales e innecesarios" son aquellas ansias que no necesariamente conducen a mayor sufrimiento si no son satisfechas, aunque, una vez más, su satisfacción pudiera obtenerse fácilmente. Estos apetitos son aquellos de naturaleza recreativa: la gratificación sexual, la conversación placentera, las artes, los deportes, los viajes, etc.

Finalmente, la clase de deseos "innaturales e innecesarios" corresponden a aquellas ansias que no necesariamente conducen a un mayor sufrimiento de no ser satisfechas, antes bien se materializan al precio de una carga permanente, tal es el caso de la fama, el poder político, la riqueza extraordinaria y otras ambiciones que conllevan los atavíos del prestigio.

Al tratar con cada una de las clases de deseos, Epicuro recomienda las siguientes estrategias: [1] Deberíamos intentar satisfacer los deseos necesarios de la forma más económica posible. Así, una dieta predominantemente simple y nutritiva satisfará el hambre y la salud, una morada modesta puede adecuadamente proveer bienestar físico, y las buenas amistades mucho servirán para ayudarse mutuamente en tiempos de infortunio. El estudio de la naturaleza del universo, de forma tal que podamos confiadamente rechazar los absurdos de las supersticiones, es también esencial para mejorar nuestro sentido de seguridad. [2] Nuestra eficiencia al enfrentar lo anterior nos da más libertad y recursos para explorar la gran variedad de deseos "naturales e innecesarios". Podemos perseguir esto hasta la satisfacción de nuestro corazón, es decir, hasta el punto del placer máximo — pero no más allá, no sea que interferamos con nuestros objetivos establecidos en [1]. Por ejemplo, nunca deberíamos arriesgar nuestra salud, nuestras amistades, nuestras finanzas o nuestra condición legal por perseguir un deseo innecesario. Ante tal coyuntura lo mejor es desviar nuestra atención hacia algún otro deseo en esta abundante categoría a fin de no admitir que nuestros placeres se mezclen con las perspectivas de un sufrimiento futuro. [3] Finalmente, llegamos a los deseos "innaturales e innecesarios", para los cuales el consejo de Epicuro es inequívoco : deberíamos evitarlos por completo. El placer producido por la satisfacción de deseos innaturales es demasiado efímero para ser digno de nuestra persecución cuando se les compara con el largo alcance de los respectivos costos. Podemos, por ejemplo, paladear los logros de la fama; sin embargo, en nuestro siglo ya lo sabemos, aunque duren sólo quince minutos luego puede que tengamos que soportar a los cazadores de noticias por un larguísimo tiempo. El poder político atrae a usurpadores y asesinos; la riqueza opulenta atrae a ladrones y políticos (o a los recolectores de impuestos). No es novedad alguna que una máxima epicúrea sentencie: "¡Vive en el anonimato!".

Aunque buena cuantía de este consejo parezca del más mínimo sentido común, ¿cuántos de nosotros hemos tratado muy a menudo de vivir fuera del sentido común: conduciéndonos más allá de nuestros medios, actuando en contra de nuestro buen juicio para cubrir las apariencias, convirtiéndonos en alcohólicos, trabajólicos, adictos a la comida chatarra — aunque lo "sabemos bien"? Hay una gran cantidad de moralistas que nos imploran que conduzcamos nuestros asuntos más sabiamente, pero somos propensos a rechazar sus métodos: ellos condenan nuestro deseo natural por el placer como pecaminoso, y luego continúan encasillando la moralidad en términos de intereses abstractos de la "sociedad", o por los obscuros edictos de una deidad invisible. Cuando nos ajustamos a este camino, ¿estamos más inclinados a someternos o a rebelarnos a ese consejo, ante la exasperación del momento?

El mensaje epicúreo, sin embargo, con su enfoque sobre el placer como base natural de la moralidad, tiene más fuerza para resistir. Cuando un epicúreo contempla el placer lo hace ponderando más ampliamente el cómo lograr que éste se maximice. Él puede abstenerse de ciertos placeres, pero actúa así para ganar aún más placer en el futuro, de manera alguna para desechar el placer en sí mismo. Es más, cualquiera de nosotros puede entrar en contacto con nuestros sentimientos en cualquier situación, si nos molestamos en hacer una pausa en busca de un momento de introspección — todos estamos calificados para convertirnos en nuestros propios intérpretes morales.

En el antiguo mundo del Mediterráneo, la filosofía epicúrea ganó un sinnúmero de adherentes. Fue una escuela de pensamiento muy prominente por un lapso de siete siglos después de la muerte de Epicuro, pero, subsiguientemente, fue forzada a una virtual inexistencia ante la violenta embestida de la Edad Media. Fue durante ese sombrío período de la historia cuando la especie humana desacreditó, perdió y destruyó la mayor parte de los escritos de Epicuro. Hoy, contrariamente, al rayar el alba de la era de la información, las remanentes doctrinas epicúreas están disponibles en todo el mundo a través de Internet, en documentos interconectados con el nuevo formato de hipertexto. El ideal de felicidad en virtud de los placeres perpetuos puede nuevamente llegar a ser prominente.

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